No, Marte no es de color rojo, Marte es de color ocre, marrón, anaranjado, lo que solemos llamar colores calientes o rojizos, pero de ahí a ser rojo…

Descubrimiento: Se conoce desde la antigüedad
Diámetro: 6794,4 km
Circunferencia: 21.344 km.
Masa: 0,107 Tierras
Densidad: 3,93 g/cm³ (La Tierra 5,51 g/cm³)
Composición: silicio, oxígeno, metales
Temperatura en su superficie: Media -55 °C / Máxima 20 °C / Mínima -143 °C en los casquetes polares
Distancia del Sol: 227,9 millones km
Duración orbital (año): 687 días terrestres.
Periodo de rotación (duración del día): 24 h. 37 m.
Satélites: 2 Fobos, Deimos

Comparación de tamaño y medidas de Marte con la Tierra

Cuando observamos una fotofrafía de Marte, lo primero que nos llama la atención es su enorme cicatriz por debajo de la línea ecuatorial, yendo en diagonal entre los 4 y los 17 grados sur. Si pudiéramos sobrevolar el planeta, al hacerlo sobre esta cicatriz, que no es otra cosa que un gran cañón al cual se le dio el nombre de valle Marineris, comprobaríamos que por algunas partes llega a medir más de 400 kilómetros de ancho y su profundidad llega hasta los 9 kilómetros. Los astrónomos han bautizado también las zonas del cañón: Melas Chasma (la zona más ancha), Coprates Chasma o Ius Chasma, a la salida del cañón por la parte noroeste. Sobrevolando podemos ver sobre el suelo del cañón otros cañones de hasta cinco kilómetros de anchura, como inmensos ríos que alguna vez hubieran surcado por su interior, o quién sabe si todo el valle Marineris fue en su día un mar no menos grande que el Mediterráneo.

Saliendo por Ius Chasma, en nuestro vuelo imaginario podemos dirigirnos al monte Olympus, la montaña más grande y alta de Marte y del sistema solar. Siguiendo este rumbo y subiendo un poco hacia el hemisferio norte, vamos a encontrarnos con este coloso. Pero antes nos encontraremos con otra gran montaña que bien pudiera confundirse con la que buscamos. Se trataba de Pavonis, uno de los tres grandes volcanes de la región de Tharsis, monstruoso en dimensiones, pero bastante más pequeño que el monte Olympus. Pasamos por encima de Pavonis, la cual también es digna de admirar y sobrevolamos una gran llanura donde la vista se pierde en el horizonte sin ver más relieve que algunas grietas en el suelo rojizo.

Valle Marineris

Seguimos con nuestro vuelo y no tardamos en divisar una línea oscura que se va agrandando a medida que avanzamos hasta convertirse en una gran muralla. Tenemos delante una gigantesca pared que desde el suelo se elevaba unos 6 kilómetros impidiendo ver, la cumbre del volcán que vamos buscando. Son los acantilados negruzcos del monte Olimpo formados como toda la falda de la montaña, por lava marciana. Estos acantilados contienen multitud de gigantescas cavernas formadas por la irregularidad de la lava al solidificarse o bien por la erosión del viento a través de los siglos. La gran muralla se entiende por centenares de kilómetros, y si sobrevolamos paralelos a ella encontraremos que el acantilado se suaviza al norte.

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Monte Olympus – Foto:ESA

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La caldera del Monte Olympus – Foto: ESA

Subamos pues la suave pendiente hasta llegar a la cima para contemplar el grandísimo cráter formado a su vez por otros cuatro o cinco cráteres más, formados por el impacto de meteoritos o por actividad volcánica que alguna vez habrá reventado por sitios diferentes. Fotografiado desde el espacio podemos contemplar en todo su esplendor este coloso con apariencia de una gran seta y que mide nada menos que 600 kilómetros de diámetro.

Y contrariamente a lo que sucede con las montañas terrestres, que suelen formar cordilleras, este gran volcán está solo, en una inmensa llanura, como un enorme hongo que se eleva sobre su base 27 kilómetros hacia el cielo. Es extraño, en un lugar donde existen accidentes geográficos de gran magnitud, no encontrar cadenas montañosas. Esto es debido a que el suelo marciano no está sobre capas tectónicas y por lo tanto, éstas no se desplazan moviendo la superficie hasta arrugarla, formando cordilleras, como ocurre en la Tierra. Aquí te encuentras con llanuras infinitas, donde de pronto aparece un gran cañón o una montaña solitaria dos o tres veces más alta que el Everest, pero no busques cordilleras como la del Himalaya.

Si nos posáramos sobre el centro de aquel gigantesco cráter, las paredes, más cercanas, que miden dos kilómetros de altas, las veríamos a más de 40 kilómetros, pues el cráter, de forma ovalada mide 85 en su parte más alargada y 60 en la más estrecha. Sobre los bordes del cráter, a 27 kilómetros de altura podríamos pensar que obtendremos una magnífica vista del planeta. Nada más decepcionante, pues el monte Olimpo tiene una suave pendiente de trescientos kilómetros, y a esa distancia, solo veríamos eso, una pendiente sin fin hasta perderse de vista. Eso es todo. No hay cadenas montañosas, ni lagos, ni ríos. Aunque un día pudo haberlos, eso es lo que se deduce al examinar la erosión del suelo. ¿Y adonde fue a parar el agua? Puede que esté en el subsuelo, o se evaporó y se perdió en el espacio. La poca agua que hay a la vista está congelada en los polos y en invierno la cubre una placa de hielo seco o hielo carbónico proveniente de la atmósfera. Porque en Marte también hay estaciones.

Vuelo virtual sobre Hebes Chasma

Recreación virtual del cañón Hebes Chasma, perteneciente al sistema de cañones del Valle Marineris – Agencia Espacial Europea

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