Supongamos que pudiéramos adaptar nuestro coche para que surcara el espacio para poder ir de un planeta a otro, o supongamos que hubiera una autopista que nos permitiera hacerlo. Por suponer que no quede, total, no vamos a poder hacerlo. Pero si pudiéramos, ¿qué tiempo tardaríamos en llegar a la Luna, o a Marte, por ejemplo? La velocidad máxima, pero constante, la vamos a fijar en 120 kilómetros hora. Ya en otro capítulo hicimos cálculos para viajar al Sol y la cosa no puede ser más sencilla: basta con dividir los 149 millones seiscientos mil kilómetros que nos separan entre 120 kilómetros a la hora y nos dará un total de 1.246.666 horas, que son más de 142 años. Pero esos cálculos son tan simples como incorrectos.
Para que eso fuera así, la tierra tendría que estar inmóvil en el momento de partier nuestro automóvil, pero eso es imposible, y por lo tanto, nuestro coche sería arrastrado por la tierra en el momento de despegarse de ella, tal como haría cualquier cohete, o por ponerlo más sencillo, tal como hace un objeto que lanzáramos por la ventanilla de un coche cuando vamos por la carretera: el objeto no sale en línea recta hacia donde lo hemos lanzado, sino que tiende a seguirnos un buen rato. Para acertarle a un árbol con una piedra desde un coche en movimiento, tendríamos que apuntar desde antes de llegar él, teniendo en cuenta de que la fuerza ejercida por el brazo se multiplicará por la fuerza de la velocidad del coche.
De igual manera, las naves que abandonan la tierra multiplican su velocidad por la fuerza ejercida por la rotación de la tierra, la fuerza centrípeta. Por eso, los cohetes no abandonan la tierra en línea recta hacia arriba. ¿Y qué pasa cuando una nave viaja de la Tierra a Marte? Lo más fácil sería pensar que se aprovecha el momento en que Tierra y Marte están más cercanos. Pero es que ambos planetas están en movimiento y girando alrededor del Sol. ¿Entonces qué hacemos? No se trata de viajar de un lugar a otro, sino de “saltar” de una “plataforma” a otra, estando las dos en movimiento.
La manera de hacerlo es lanzar la nave en el sentido de rotación de la Tierra aprovechando el impulso que la rotación añade a la velocidad que proporcionan los motores. La dirección escogida debe ser la que te permita seguir paralelo a la Tierra, siguiendo la misma órbita alrededor del Sol, pero alejándose de ella para ir buscando la de Marte. El recorrido es mucho mayor que si viajáramos en línea recta de una órbita a otra, pero es la manera de hacerlo. Pero, ¿y si siguiéramos el camino más corto? Es decir, podríamos despegar desde la Tierra en el momento en que el cohete apuntara a la órbita de Marte, previo cálculo del momento en que el planeta pasará por allí. Si lo hiciéramos, seríamos arrollados literalmente, puesto que Marte se presentaría en el lugar que lo estamos esperando a casi 90.000 km./h.
Es como si viajáramos en coche a 100 km/h hacia la estación donde esperamos que pase un tren al cual queremos subir. El tren no tiene previsto parar, por lo tanto, tendremos que saltar a él en movimiento. El resultado sería desastroso. La manera correcta de hacerlo, si es que nos atrevemos, es acercarse al tren, poniéndose paralelo a él, lo hemos visto muchas veces en las películas del oeste, y cuando alcanzas su misma velocidad, saltar al tren. De igual manera, al planeta debemos acercarnos poco a poco a su órbita siguiendo su misma dirección, hasta contactar con él. Ni que decir tiene, que la vuelta a la Tierra debe hacerse de la misma manera.
Para que el viaje dure lo menos posible, se calcula cuál es la mejor fecha del despegue y en qué lugar se encontrará el planeta cuando la nave llegue a su órbita. ¿Y cuánto tardan en llegar a Marte? Depende de muchos factores, pero actualmente se va recortando el tiempo que oscila entre los seis y los tres meses, aunque se cree que con la nave que viajó a Plutón a 58.000 km/h se hubiera tardado menos de 40 días. Entonces, una vez conocido el camino que debemos seguir, y el tiempo empleado por una nave espacial a cierta velocidad, solo tenemos que calcular cuánto tardaríamos en llegar con nuestro coche a una velocidad constante de 120 km/h. ¿verdad? Vamos a calcularlo. Si viajando a 58.000 km/h tardamos 40 días, quiere decir que hemos recorrido en ese tiempo una distancia de 55 millones, seiscientos ochenta mil kilómetros. Pues a una velocidad de 120 km/h este recorrido lo haríamos en 53 años. Pero hay varios problemas que tendríamos que solventar y no es fácil hacerlo.
Lo primero sería encontrar gasolineras en el camino y que admitan tarjetas de crédito, de lo contrario deberemos llevar una buena bolsa de dinero en efectivo. El segundo problema es mucho más serio. Ya hemos dicho que Marte viaja a una velocidad cercana a los 90.000 km/h. Cuando lleguemos a su órbita, por mucho que aceleremos nuestro coche… seremos barridos igualmente. Así que, o buscamos otro vehículo más rápido o nuestro viaje será imposible.